La claustrofobia es un trastorno que se relaciona con el temor a permanecer en los espacios cerrados (sobre todo si son pequeños y no tienen luz) y, sobre todo, a las consecuencias terroríficas que el individuo intuye cuando se encuentra en este tipo de situaciones.
Qué es la Claustrofobia
La claustrofobia está clasificada dentro de la genérica categoría de los trastornos de ansiedad, alcanzando la consideración de fobia específica y, en particular, de tipo situacional.
Las personas que sufren agorafobia también temen quedarse encerradas en un lugar.
Los espacios en los que se da son los cerrados del estilo de un ascensor, una estancia, un automóvil o un vagón de ferrocarril, en los que el individuo anticipa una consecuencia negativa o un malestar físico notable.
Ni que decir tiene que cada sujeto afectadado por este miedo lo experimenta a su manera.
Mientras algunos manifiestan el miedo en el momento de enfrentarse a específicos lugares, en otros el miedo es bastante más generalizado, pudiendo llegar a mostrar ansiedad anticipatoria, o lo que es lo mismo, previa a la exposición.
Cuáles son las causas del miedo a los espacios cerrados
En casi todos los casos, la claustrofobia se manifiesta porque la psique humana rememora un suceso traumático de las mismas características.
En este sentido hay que apuntar que, aunque hasta hace un tiempo se creía que tales experiencias negativas solo eran relevantes si se originaban en la infancia, estudios al respecto han demostrado que no es así y que, por lo tanto, el detonante del trastorno es susceptible de darse en cualquier fase del ciclo vial.
No obstante, también es perfectamente factible el padecimiento de esta fobia sin previas experiencias negativas, sencillamente por imitación o aprendizaje vicario, por determinadas característica fisiológicas en relación con la amígdala o por predisposición genética.
Qué síntomas presenta este trastorno
De la misma forma que sucede en otras fobias o trastornos, el claustrofóbico va a experimentar sensación de angustia, sudoración, agobio, taquicardia o dificultad respiratoria, entre otros síntomas que van a desaparecer tan pronto salga de la situación temida.
Asimismo, los pensamientos de naturaleza anticipatoria y negativa sobre lo que puede ocurrir en el lugar cerrado en cuestión fluyen rápidamente y el claustofóbico no valora la situación desde manera realista.
Pese a tratarse de una de las fobias más conocidas y ser limitante, muchas de las personas que la padecen tienden a minimizar sus nocivas consecuencias evitando aquellos lugares en los que saben que se activará la sintomatología negativa.
Aparte, en el caso de que no les quede más opción que la exposición a los lugares temidos, intentarán hacerlo acompañadas o buscando la posición que consideren más segura, como situarse al lado de una ventana o puerta, si bien es posible que este gesto no disminuya su considerable sensación de malestar.
Cómo interfiere la conducta claustrofóbica en la vida de quien la sufre
Las estimaciones indican que esta fobia puede afectar a una de cada 20-30 personas, en distintos grados. Aunque ya hemos mencionado que puede hacer acto de aparición en cualquier momento de la vida, lo cierto es que la edad de inicio promedio bordea los 20 años.
El bajo porcentaje de pacientes que solicitan ayuda profesional, evitando simplemente los lugares cerrados, a menudo produce un efecto de generación de nuevas situaciones fóbicas que interfieran aún más en su vida social.
Así las cosas, algunos individuos se muestran incapaces de acudir al cine o discotecas e incluso, de acudir a sus propios centros de trabajo cuando el desempeño de los puestos implica tener que viajar o permanecer en espacios cerrados u oscuros.
Imaginemos el caso de que un ascenso laboral dependa de un desplazamiento en avión en el que el sujeto sienta que le falta la respiración o que se le dispara el corazón.
Otro caso podría ser el de que la salud de una persona dependa de una prueba médica del estilo de una resonancia magnética o un TAC que exija permanecer quieto durante unos minutos en el interior de una máquina cuya sola visión produzca sudores en el claustrofóbico.
Nada de particular tendría que el sujeto optara por no plantar cara a ninguna de las dos situaciones, con las consiguientes consecuencias negativas aparejadas a tal decisión.
Cómo afrontar la fobia
Desde la terapia cognitiva conductual es posible efectuar una amplia evaluación en la que se estudiarán aquellos factores que inician y mantienen el problema claustrofóbico para, con posterioridad, comenzar un tratamiento destinado a que el paciente permanezca en lugares que le causan temor, de forma tranquila y sin que ello le genere ningún conflicto.
Con vistas a ello, el paciente será sometido a un entrenamiento en diversas habilidades que le permitan exponerse a la situación temida de un modo positivo, enseñándole al mismo tiempo las técnicas de detección de sus pensamientos limitantes y negativos, así como las de transformación en otros más adaptativos que le permitan la exposición a los lugares temidos.
El entrenamiento en respiración y las técnicas de relajación le van a facultar para afrontar las situaciones calmada y serenamente, evitando la intensificación de la sintomatología negativa.
Una vez la persona se encuentre preparada y con las herramientas y habilidades requeridas para la exposición a las situaciones causantes de esta fobia, se efectuará una jerarquización de las situaciones en la que aparezca el problema.
A partir de ahí, será expuesta a su miedo gradualmente, siendo capaz de tolerar la ansiedad que para ella conlleva y permitiendo su disminución con el paso del tiempo.
La finalidad del tratamiento es que el paciente se habitúe a cuanto teme y que compruebe que la interpretación, tanto de la situación como de las amenazas percibidas con anterioridad a la exposición a la misma, no se corresponde con la realidad.
Conviene recordar que la exposición puede realizarse en la imaginación o en vivo y que antes de que se realice se precisa la práctica y el entrenamiento de las habilidades que faciliten al paciente el mantenimiento de la situación temida del modo más tranquilo posible.
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